lunes, 24 de mayo de 2021

Sidi Mohammed ben Hassan ben Mohammed ben Youssef Alaoui

 Sidi Mohammed ben Hassan ben Mohammed ben Youssef Alaoui

 

Mohamed para los amigos. Rey de Marruecos por la gracia de su padre, Hassan II, y de Allah.

Reina y gobierna. Dice que es una democracia pero se parece más a una monarquía absolutista. En Marruecos, los derechos humanos son pisoteados habitualmente, si existen. ¿Por qué perdura la dinastía? Como su abuelo y como su padre, es un experto en manejar y encauzar los sentimientos de su pueblo. De nuevo, nacionalismo y religión proyectan sus lados hasta el vértice supremo del rey, lo sustentan allá arriba.  

Y es uno de los monarcas más ricos del mundo, se las tiene con Isabel de Inglaterra. Medio país es suyo. El resto, de sus hermanas.

El Sáhara Occidental, primero colonia y luego provincia de España, al sur de Marruecos, posee unas inmensas reservas de fosfatos, que en la tercera parte del siglo XX producían pingües beneficios. Hassan II decidió que esa zona había de pertenecer también a Marruecos (junto con los fosfatos, claro). En 1975, aprovechando que su excelencia, caudillo y generalísimo agonizaba en el garaje de casa (a manos de su yerno, que aprendía para brujo), engañó a 350.000 compatriotas con promesas de tierra y nación y los formó en la frontera de la provincia, dispuestos a avanzar. España, que no tenía en esos momentos la chilaba para farolillos, claudicaba sin barcos y sin honra...y los marroquíes eran devueltos a casa, sin rechistar. Fue la Marcha Verde, y Marruecos se quedaba con el territorio sin disparar un tiro.

La ONU dijo entonces y aún mantiene que aquello fue una chapuza, y decidió que debía celebrarse un referéndum para la autodeterminación de la provincia. Veintinueve años llevan esperando a que su majestad termine de mirar bien el censo, que es la excusa que pone para no celebrarlo. Trump, en una de sus estertóreas decisiones ha hecho el resto al reconocer la soberanía marroquí sobre el territorio.

Porque en ese territorio vivía alguien, los saharauis, que desde que huyeron de sus pueblos, más de dos generaciones después, malviven en campamentos en el desierto de Argelia. No querían ser españoles, pero tampoco marroquíes. Medio millón de personas sin expectativas reales de futuro. Con poca luz y menos agua, a expensas de la ayuda humanitaria.

Su líder, Brahim Gali, enfermo de Covid, decide tratarse en España. Y Mohamed VI monta el numerito (le encantaría que Gali muriera como un perro en Tinduf), y ofendidísimo manipula de nuevo a su gente y organiza una nueva marcha, esta vez sobre Ceuta, simplemente abriendo la frontera y silbando. Mucha menos gente, pero ahora no apunta a un desierto, apunta a España y a la Unión Europea.

No se preocupen: empresas españolas en Marruecos, unas 800; francesas, casi 1000. La crisis pasará, a cambio de nuevos beneficios para el monarca alauita, vía nuevos convenios, o directamente, con más dinero para vigilar requetebién sus fronteras.  

Unos beneficios que no llegarán a los saharauis. Ni siquiera les van a preguntar. Seguirán en los campamentos, expulsados de sus tierras. Los primos del norte, los marroquíes, seguirán igualmente aparentando en público que adoran a su rey, por si acaso, porque tampoco les preguntan.

Desde el inicio de los tiempos, la gente, la mayoría de la gente, es feliz con un medio de vida y la compañía de los suyos. No necesita muchos regidores, ni tanto guía espiritual. Pero no. Siempre hay quien, por unos medios u otros, se arrostra eso de la autoridad, los listos de la tribu. Hay mucho chiflado con ansias de poder. Y una vez se llega al poder, nuestros juicios se nos nublan. Y, a más poder, más nubes. La conjunción de mucho poder y poco juicio son las que llevan a no pocos gobernantes a tomar medidas que perjudican a la mayoría de la población, propios o vecinos. Mohamed V, el abuelo del actual monarca, llegó al poder invocando la independencia y los derechos del pueblo marroquí, que lo recibió como el liberador del yugo francés. Una vez sentado en el trono, se olvidó de la reforma agraria que había prometido y prohibió todos los partidos políticos, menos el oficial.  Su hijo Hassan y su nieto Mohamed no han hecho sino corregir y aumentar su poder absoluto.

En Chile van a redactar una nueva Constitución, se librarán por fin de la larga sombra de Pinochet. El método es novedoso: primero, preguntaron a la gente si quería una nueva; después, preguntaron por el método. La escribiría una Convención Constitucional de 155 personas, elegida por sufragio universal, hombres y mujeres a partes iguales, con una reserva de plazas para los pueblos indígenas. A estas fechas, estos pasos ya se han dado. La redactarán en nueve meses, por mayoría de 2/3 de los miembros y luego se someterá a referéndum. Como para ser redactor no se puede ostentar ningún cargo político, una parte significativa de los elegidos para la convención son independientes de todo partido. Ah, tampoco se puede estando en las Fuerzas Armadas...

No suena mal, ¿no? Mientras esperamos cómo evoluciona el experimento, ¿Que tal si sugerimos la idea a algún rey, de Marruecos o de donde sea?

 

Carlos Fernández Bañeres

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