IEVA
I
(Habitación en
semipenumbra. Al fondo se ve un camastro, pocos muebles más, las paredes
descuidadas. El ambiente es frío. Los personajes hablan junto a una estufa de
leña)
MADRE: Nos vamos, Ieva.
IEVA: ¿Irnos... a dónde? Está nevando y es de noche.
MADRE: Nos vamos de aquí. Lejos. A otro país. Aquí no
podemos vivir.
IEVA: Pero... ¿Qué dices? No entiendo. ¿A otro país?
Mañana tengo que ir al colegio, y después vamos a casa de la abuela... y...
y... y el mes que viene es la fiesta de...
(La cabeza de
Ieva va muy deprisa. Quiere buscar muchas excusas para no aceptar lo que acaba
de oír. Algunas amigas suyas también se han ido)
MADRE: Aquí no podemos vivir, Ieva. Mi
sueldo no llega para nada, todo es caro y escaso, pasamos hambre... y hace tanto frío...
IEVA: ¡No es verdad! Yo no tengo
hambre, y la abuela nos da cosas de vez en cuando... y papá también, cuando
viene. Y sólo hace frío cuando nieva... Y la madre de Valentina no tiene
trabajo, y no se van. Yo no quiero irme, no, mamá, por favor...
MADRE: Me han dicho que hay un
país, donde no nieva, que es muy bonito, tendremos una casa grande y cálida...
la madre de Anna me escribió el otro día... les va muy bien. Ella y su papá han
encontrado trabajo los dos, y Anna tiene muchos amigos en un colegio muy
bonito, y compran muchas cosas...
IEVA: ¡Ah! Entonces... ¿vendrá
papá?
MADRE: No, papá no vendrá.
IEVA: ...¿Y la abuela?
MADRE: No, la abuela tampoco
vendrá.
IEVA: Entonces no iremos a casa
de la abuela después del colegio...
MADRE: No... bueno... no... pero
vendremos a verla en verano...
(Largo silencio. Las dos saben el significado
de lo que hablan y quieren asimilarlo, pero les cuesta).
IEVA: ¿Y tampoco volveré a ver
nunca a...? ¡A nadie!
(Se abrazan. La niña empieza a
sollozar)
IEVA: Bueno,
mamá, si tu quieres... Pero yo sólo tengo frío cuando nieva...
II
(Otra
habitación, parecida a la anterior. Mismo ambiente frío. Nieva afuera. Una
anciana, con ropas humildes, abre la puerta de la vivienda. Entran Ieva y su
madre)
MADRE: Hola.
IEVA: (Abrazándose a la
abuela) ¡Hola, abuela!
ABUELA: ¡¡Hola, Ieva!!
(En sus caras,
las lágrimas de la abuela se mezclan con las
de su nieta. Pasan al interior. Largo silencio. Las mujeres se miran de
soslayo. Nadie parece querer romper el silencio)
MADRE: Me llevaré también ese abrigo negro tuyo que
ya no te pones...
ABUELA: Está muy viejo. Déjalo. Llévate el gris.
MADRE: No, no quiero, no tienes otro...
ABUELA: ¡He dicho que te lo lleves! Yo apenas salgo.
MADRE: ¡Pero si allí no hace frío...!
(Nuevo silencio
prolongado. La discusión pierde relevancia con cada segundo de silencio)
ABUELA: ¿Lo tienes todo?
(La madre la
mira sin contestar, pero su mirada, al fondo de sus ojos, indica que es muy
poco lo que hay que preparar)
MADRE: Sí... Mañana te traeré lo que queda... Son dos
cajas más...
ABUELA: Pero... ¿por qué no os venís aquí, conmigo?
Estaremos muy bien y podemos arreglarnos, y así no tendrás que pagar la
habitación...
MADRE: Está decidido, madre. ¿No lo entiendes? Ieva
necesita un futuro... y aquí no lo hay.
ABUELA: ¿Un futuro? Todos hemos tenido un futuro, y
una vida. Tú también. Antes también éramos pobres. Siempre ha sido así.
MADRE: Pero yo no quiero eso para Ieva. No. Nunca
más. Allí se gana mucho más que aquí. Y la gente come todos los días...
IEVA: (Interrumpiendo, no
quiere que discutan otra vez) Allí
no nieva, abuela, mamá me lo ha dicho.
ABUELA: Si, hija, allí no tendrás frío por las
noches...
III
(La primera habitación. Mismo decorado, un poco más revuelto)
MADRE: ¡No, Ieva! ¡Eso tampoco
cabe!
IEVA: ¡Cómo que no cabe! Esto no
lo puedo dejar. Es mi ropa.
MADRE: Allí no te hará falta
tanta ropa, y además casi no te vale, enseguida se te quedará pequeña. Sólo
podemos llevar lo imprescindible.
IEVA: ¡Claro! Pero cuando se me
quede pequeña la cambiaré con...con...
MADRE: ¿Lo ves? No la necesitas.
Sólo llevarás lo que te quepa en la maleta.
IEVA: ¿En esta maleta? ¡Aquí no
cabe nada!. ¿Y mis juguetes? ¿Y mis cuentos? ¿Y mis muñecos? ¿Y mi silla? ¿Y el
cuadro que pinté el año pasado? Me dijiste que te gustaba mucho...
MADRE: Sólo la maleta, Ieva.
Sólo aquello con lo que podamos cargar.
IEVA: ¡Mamá, no podemos dejar
todo!
MADRE: Sólo un muñeco... Misha,
el oso.
IEVA: ¿Sólo Misha? ¡Tengo
cuatro!
MADRE: Los otros son muy
grandes. Se quedarán con la abuela. Y termina, que mañana nos vamos y aún
tenemos que llevarlos a casa de la abuela, volver y acostarnos pronto, porque
hay que madrugar.
(Misma
habitación. La niña llama a su madre en
medio de la noche)
IEVA: ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Despierta!
MADRE: ¿Ahora qué, Ieva?
IEVA: Mamá, he cambiado de
opinión. No me llevaré a Misha. Me llevaré a Sasha.
MADRE: Ieva, Sólo quedan cuatro
horas para levantarnos. Duerme. Sasha está en casa de la abuela.
IEVA: ¡Mamá..., por favor...!
Sasha quiere venir, y Misha cuidará mejor de la abuela...
(Silencio. La
madre se levanta)
MADRE: Vamos.
IV
(El autobús
lleva un rato circulando por calles con denso tráfico. Madre e hija presentan
un aspecto muy cansado, pero no dejan de mirar por la ventanilla, todo es nuevo
a sus ojos. La niña aprieta un muñeco entre sus brazos. Largas avenidas pobladas de coches, mucha gente a pesar de la
hora, luces de neón que cruzan las calles lo iluminan todo. Intermitentemente,
iluminan también las caras. Ahora, el autobús desaparece bajo tierra, y sigue
circulando por un pasadizo imposible. Unos minutos después, algunos pasajeros
se levantan y el coche se detiene. No han vuelto a salir a la superficie, pero
están en un gran espacio subterráneo, con mucha gente y muchos autobuses. Todo
el pasaje se moviliza).
MADRE: ¡Vamos, Ieva! ¡Hemos
llegado!
IEVA: ¿Aquí? ¿Ya?
MADRE: ¡Claro. ¿No lo ves? Todos
bajan.
(Al pie del
vehículo, recogen su equipaje. La madre lleva dos pesadas maletas y un bolso de
mano a la espalda, lleno a reventar. La niña, una maleta pequeña y una mochila a la espalda)
MADRE: ¡Vamos, Ieva!
IEVA: ¿A dónde, mamá?
MADRE: ...No sé... Vamos.
Tenemos que llamar a la madre de Anna... y a la abuela...
IEVA: Pero si la abuela no tiene
teléfono...
MADRE: Bueno, a los vecinos.
(Madre e hija,
con dificultad, llevan sus bultos a través de pasillos y escaleras mecánicas,
hacia la superficie. Miran a todos lados continuamente, entre la curiosidad y
la desconfianza. El último tramo de escalera envía a sus rostros el anuncio de
que ya salen al exterior. Cuando ponen el pie en la calle, unos leves copos de
nieve revolotean sin decidirse a caer)
IEVA: ¡Mamá!
MADRE: ¡Agárrate a la maleta, Ieva!
IEVA: ¡Mamá!
MADRE: Venga, agárrate y busquemos un teléfono.
IEVA: ¡Pero mamá!
MADRE: (Con un nudo en la
garganta) ¿Qué, Ieva?
IEVA: Mamá... ¡Está nevando...!
MADRE: (...)
IEVA: Bueno... ¡pero no hace frío, mamá, no te
preocupes...!
Julio, 2011